sábado, 26 de abril de 2014

Faltaba Tomás



¿Cómo podemos ahora aceptar y vivir un hecho tan insólito, tan sin precedentes? No es por el camino del tocar, porque Jesús resucitado ya no es objeto de los sentidos. hay unos ojos de la fe, una mirada profunda, contemplativa, especial del creyente, que es la que le lleva al encuentro con el Cristo glorioso.
Juan el el evangelista que más profundiza en estas dos clases de ver, sobre estas dos fuentes de conocimiento: el conocimiento empírico, cientifista, que funciona mecánica y automáticamente y que se aplica a la técnica; y el conocimiento interior, personal, intuitivo, contemplativo, de la libertad, de la lucha por la justicia. Todos sabemos
que quien no ama no opta, no confía, no se decide, no se arriesga; y vive cerrado a las realidades más sublimes y densas de la vida.
Nuestra fe en la resurrección no se apoya en los sentidos. Se fundamenta en la palabra del Padre. La Palabra significa la fuerza de la persona que se comunica y suscita en el interior del que escucha una transformación.
La resurrección es un acontecimiento personal y social, que afecta decididamente a la lucha que libramos los hombres por la libertad, la justicia, el amor, por la humanización y transformación de la sociedad, por encontrarnos a nosotros mismos como individuos y como comunidad. Es el anuncio de que Él sigue siendo en cada época el hombre pleno, el hombre llegado a la plenitud, la meta de todas nuestras esperanzas, ilusiones y utopías; el Hombre que nos brinda a cada uno de nosotros la posibilidad del encuentro personal y absoluto con el Padre.
Después de la resurrección de Jesús no tenemos derecho a perder nunca la esperanza en el triunfo final de nuestra liberadora en favor de la fraternidad universal. La fe en la resurrección de Jesús tenemos que vivirla como experiencia de amor.
Jesús resucitado vive entre nosotros, está en nosotros, sobre todo en nuestra lucha denodada contra todas las formas de muerte que siguen oprimiendo al hombre de hoy. Si nuestra fe no nos lleva a luchar contra toda clase de muerte, ¿cómo podremos creer en la vida?
Nuestra fe es un don de Dios, es él quien capacita para creerle. Por eso, hoy somos los felices que creemos sin haber visto.

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