sábado, 8 de marzo de 2014

Las tentaciones de Jesús Mt 4, 1--11



La tentación pone de manifiesto nuestra condición sobre esta tierra. Dios nos ha dado el libre albedrío. a diferencia de las otras criaturas, el ser humano puede hacer elecciones. Dios ha depositado su confianza en nosotros.  Esta posibilidad de optar por seguir sus designios o de rechazarlos, acompañará al ser humano hasta el fin de la historia.
Las tentaciones que Jesús sufre recuerdan las que padecieron los antepasados en el camino por el desierto: el hambre, la debilidad corporal y la disyuntiva de servir a otros dioses. Estas son las tentaciones que hoy nos acosan; seduciéndonos para que dejemos de poner nuestra confianza en Dios. Jesús vence estas tentaciones afirmándose en la Sagrada Escritura.
El relato de las tentaciones de Jesús es una profundísima catequesis sobre la persona y misión del Señor.Las tres tentaciones evocan todas las veces que Jesús estuvo tentado en su vida.
La primera tentación de Jesús: el materialismo. Buscar el alimento fuera de Dios: considerar que la solución de las necesidades básicas está por encima del proyecto de Dios, reducir el Reino de Dios al bienestar económico.
La segunda tentación de Jesús: los milagros. Es tentar a Dios por propia satisfacción y comodidad espiritual; se pretende querer forzar la mano de Dios abandonándose a una mentalidad milagrera (Dios lo arregla todo con un milagro)
La tercera tentación de Jesús: poder y riquezas. Renegar de Dios para seguir la idolatría (los falsos dioses) que procura el poder para este mundo. Es la del facilismo y adoración de ídolos de muerte.
La Iglesia también es tentada: siguiendo los caminos no evangélicos; como pasa en cada creyente en su vida cotidiana: el materialismo-renuciar a la libertad de los hijos de Dios ante el ídolo del dinero, rechazar al camino estrecho de la cruz buscando milagros-vivir una fe individualista y descomprometida con los pobres y la misión evangelizadora.
Las tentaciones se vencen con la gracia de Jesús que las superó. Las herramientas propias para librarnos de ellas son: vida sacramental-Palabra de Dios-oración-ayuno-obras de misericordia, etc.

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